domingo, 10 de junio de 2012


Los filósofos griegos se regocijaban con los discursos durante la caminata, los filósofos vistos desde la óptica del siglo XX se encantan con sus bibliotecas. ¡Amemos pues la filosofía que se plasma en papel!

Habría que hacer una reflexión sobre la relación de la imagen del filósofo que se constituye a partir de las fotografías de estos personajes que tienen sus bastas bibliotecas como fondos, ya que muy pasado de moda el movimiento peripatético, hoy nos encontramos en el tiempo en que el hit de ser filósofo es mostrar las obras escritas que pueden llevarlo a la inmortalidad pero también puede observarse a dichas colecciones en papel como la muestra y exaltación de su acervo intelectual. Sin perder de vista una buena pose que parece hacer más global la imagen.
Así, pensaba un poco que algunas de las fotografías en que los filósofos aparecen en sus bibliotecas-estudios no son más que la muestra de que el filósofo se piensa en un hábitat natural en que todo es armonía, no orden; un hábitat en que el filósofo puede estar cómodo acompañado por sus regurgitaciones intelectuales de modo tal que se muestra la imagen de un personaje meditabundo, solitario y atento a su  tarea intelectual, acompañado no por voces sino por libros que inspiran y muestran su reflexión, además de papel, computadoras y/o plumas, incluso, porque no un hilo que lo enlaza con el mundo como el periódico o alguna novela, sin que tenga que recurrir a voces y personas. Ante esto, es que se tendría la imagen del filósofo solitario y analítico como la de Emile Cioran tomada por Sophie Bassouls en 1986, dónde se observa a un personaje concentrado en su lectura y teniendo de fondo libros y papeles posiblemente con contenidos de su labor reflexiva. (Véase Imagen)
También, este fenómeno se puede encontrar la imagen de Louis Althusser que rescata la cámara de Patrick Guis al transcurrir el año 1973, en dónde se ve esa comodidad en un espacio propio en que se trabaja, pero también se ve al personaje complaciéndose con un buen tabaco -gusto muy personal-.
(véase Imagen).
Asimismo, dentro de este corte de fotografías en que los filósofos muestran su imagen al mostrar su zona de confort se encuentra  Emmanuel Levinas fotografiado por  Sergio Gaudenti en 1993, imagen en la que el filósofo se ve entrando a una habitación en que se encuentran libros y papeles como una muestra más de que todo amante de la filosofía debe tener una habitación destinada a dar tratamiento a sus preocupaciones intelectuales.(véase Imagen). Finalmente dentro de este rango en que se muestra a filósofos como habitantes de un espacio privado se puede ver la fotografía de Jean-Paul Sartre de 1970 tomada por James Andanson.
(véase Imagen).
Sin embargo, podemos ver otras poses, usos e interpretaciones en torno a las imágenes que vinculan al filósofo con su biblioteca-estudio; pues podríamos pensar que hoy en día ser filósofos es equiparable al término “erudito” o “intelectual”; visualizándose así como una figura que acumula datos, idiomas y conocimientos, que lee pero además moviliza mediante la escritura de libros, artículos, ponencias dichas adquisiciones.
Sin embargo, creo que igualar esos conceptos limita la imagen del filósofo, lo encasilla al lenguaje y los textos posicionándolo ante el riesgo de un nuevo refrán: “Dime cuánto has escrito y te diré que tan filósofo eres”. Esto me lo permito pensar desde imágenes como la de Antoine Gallimard capturada por la fotógrafa Sophie Bassouls en dónde se observa a un filósofo en una pose casual aunque mostrando parte de su acervo escrito en un librero ordenado y liso, no se ve un área de trabajo sino un lugar impecable  o casi un altar de conocimientos, en la cual su imagen de pensador se pueda resaltar (véase Imagen)
Ahora bien, la imagen anterior me hace pensar por otro lado que hoy en día la academia más que propiciar la educación de filósofo a partir del cuidado del cuerpo y el alma  o como una educación “integral” como lo proponía Platón; le exige al filósofo en formación cierta cantidad de publicaciones al año y con ello se vivifica la idea de que ser filósofo hoy en día podría tomarse como ser intelectual, escritor, erudito, etc; dejando de lado la idea de que cualquiera que aspire ser filósofo no debe caer en la mera memorización, sino que debe estar en un constante diálogo (analizar a través de la palabra) que de por resultado fecundas problemáticas y avistamientos de resoluciones.
Finalmente, dentro de esta misma postura puedo observar la imagen de Derrida de 1987 toda igualmente por Sophie Bassouls en que aparece un pensador en postura reflexiva y abrumada aunque con clara pose a la cámara con poca naturalidad; quizás lo abrumado se deba al peso de la habitación y los libros haciendo caer en una pose poco cómoda. Aunque  esa pose desde mi punto de vista poco favorecedora no elimina el reconocimiento que posee Derrida  como un filósofo brillante del siglo XX, simplemente me parece que su imagen no da más datos sobre su labor como tal.
.(véase Imagen)
En conclusión, a partir de estas imágenes me pregunto si el filósofo que ven hoy es un intelectual e innato escritor o un hombre que trabaja con la pluma reflexiva acompañada por la soledad, el cuerpo y su intelecto.
Aunque lo que creo que nos podría ser más claro es que las exigencias del mundo han modificado no sólo el modo en que los hombres en general actuamos, vivimos y necesitamos sino que ha llegado a modificar las exigencias de ser incluso, filósofo. Ya que a diferencias de la propuesta de Platón en República en que el filósofo debía ser educado desde el cuerpo hasta en sus habilidades matemáticas y discursivas, el siglo XX exige la presencia de un filósofo productivo -“el que no escribe, no vende”-debemos entonces procurar  las habilidad argumentativa para dejarla por sentada en textos.

Elaborado por Marlene

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